Análisis de los impactos climáticos de los sistemas alternativos de cría de ganado por área de tierra cultivada

Los impactos climáticos derivados de la ganadería son una seria preocupación para la humanidad. Si bien hay circunstancias en las que los pastizales con ganado en pastoreo pueden actuar como sumideros de carbono, estos fenómenos son generalmente localizados y temporales y, por lo tanto, es poco probable que tengan un efecto significativo a escala mundial.

La mejor información disponible en la literatura científica actual sugiere que, cuando se evalúa en dióxido de carbono equivalente emitido por unidad de alimento producido, los sistemas de rumiantes generalmente emiten niveles más altos de gases de efecto invernadero (GEI) que los sistemas ganaderos monogástricos, así como los sistemas que producen proteínas de origen vegetal.

No obstante, utilizar esta evidencia para abogar por un cambio dietético global crea una curiosa paradoja a la luz de la población humana en constante crecimiento y, por lo tanto, la necesidad de producir más alimentos con menos recursos. Satisfacer esta demanda requiere una utilización óptima de las tierras agrícolas, tanto cultivadas como pastoreadas, ya que es poco probable que las primeras puedan alimentar a las generaciones futuras por sí mismas.

Aunque algunas de estas tierras tienen la capacidad de producir cultivos no forrajeros con un rendimiento menor, una combinación de suelos marginales, topografías, condiciones meteorológicas y accesibilidad significa que, a menudo, el uso de rumiantes para convertir la fibra no digerible por los humanos en alimentos de alta densidad nutricional es una opción más sensata.  Como concluye sucintamente una reciente revisión sobre el tema, “la producción de alimentos de origen animal es un proceso muy complejo”, cuyo matiz no puede entenderse únicamente desde la perspectiva de los GEI.

La remoción de rumiantes no se ajusta a este principio porque, a diferencia del ganado monogástrico cuyo alimento se produce principalmente en tierras agrícolas que se comparten con el cultivo de comestibles para el ser humano, los rumiantes pueden habitar pastizales y praderas.

Una investigación publicada recientemente en Scientific Reports, presentó un nuevo conjunto de evidencia cuantitativa para demostrar que, por unidad de valor total de nutrientes suministrado por un producto determinado, la demanda de tierras aptas para la producción de cultivos comestibles para humanos es considerablemente menor en los sistemas de rumiantes que en los sistemas monogástricos, y consistentemente así tanto a escala agrícola como regional.

También se demostró que la imposición de un “impuesto a la carne roja” diseñado ingenuamente tiene el potencial de generar pérdidas socioeconómicas mucho mayores que sus beneficios ambientales. En resumen los resultados reiteran el riesgo inherente a un debate excesivamente centrado en el clima sobre el papel del ganado en la sociedad humana y exigen enfoques más multidimensionales de evaluación de la sostenibilidad para elaborar paquetes de políticas más equilibrados.

Redacción Cultiviza.

Imagen: Pixabay.