Granjas sostenibles de "mini-ganado"

Los insectos comestibles, también llamados "mini-ganado", se refieren a insectos como los grillos y los gusanos de la harina criados bajo condiciones controladas con el propósito de venderse como alimento o pienso para animales. Son una solución potencial a una serie de problemas urgentes que afectan la salud humana y al ambiente, incluidos el cambio climático, la desnutrición, la inseguridad alimentaria y la degradación ambiental como resultado de la producción agroindustrial.

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En la actualidad, la cría de insectos comestibles atrae un interés cada vez mayor en regiones y países que tradicionalmente no consumían insectos, como Europa y los Estados Unidos, donde los productos a base de insectos están aumentando su participación en el mercado.

La producción de insectos comestibles es una industria en rápido crecimiento, con cientos de empresas repartidas en todo el mundo que crían insectos a gran escala. Se estima que el valor del mercado mundial de insectos comestibles alcanzó los 406 millones de dólares en 2018 y se prevé que aumente a más de 1,18 mil millones para 2023.

En comparación con la producción ganadera convencional, muchos insectos tienen una alta eficiencia de conversión alimenticia, pueden criarse con desechos orgánicos, emiten pocos gases de efecto invernadero y toman una pequeña fracción del alimento, el agua y el espacio que requiere el ganado tradicional.

De acuerdo al entomólogo Matan Shelomi en un artículo publicado en The Conversation, la principal motivación de la creciente popularidad de los insectos comestibles es la conservación del ambiente. La producción de 1 kilogramo de proteína de insectos requiere aproximadamente el 10% del alimento, el agua y la tierra que se utilizan para la misma cantidad de producción de carne de res, y libera tan solo el 1% de los gases de efecto invernadero. De esta manera, los insectos tienen un impacto ambiental menor incluso en comparación con otras alternativas de carne como lácteos, gluten y micoproteínas.

A pesar de esto, con el cambio a la industrialización, es difícil saber qué tan sostenibles serán los insectos comestibles, porque en gran parte todavía existe una abrumadora falta de conocimiento sobre casi todos los aspectos de la producción: desde las especies adecuadas, su alojamiento y requisitos, y el potencial de liberación accidental.

Sin embargo, algunos estudios nos han dado una idea. Por ejemplo, en una evaluación del ciclo de vida realizada en 2017, se descubrió que un sitio de producción de grillos criados en masa en Tailandia tiene menos impacto ambiental que las granjas de pollos de engorde y predijeron que el impacto continuará disminuyendo a medida que las granjas de grillos se industrialicen más.

Por el lado nutricional, muchos insectos comestibles presentan beneficios comparables a los alimentos de origen animal, con un alto potencial para abordar la inseguridad alimentaria y nutricional mundial. Aunque los macro y micronutrientes varían mucho según el tipo de insecto, algunas especies contienen tanta proteína como la carne de res, más hierro que las espinacas, tanta vitamina B12 como el salmón, los nueve aminoácidos, así como un alto contenido de calcio, Omega 3 y fibra. Los insectos se han consumido ampliamente a lo largo de la existencia humana y son comúnmente consumidos por más de 2 mil millones de personas en la actualidad.

Un artículo de publicado por investigadores de la Universidad de Cagliari y la Universidad de Sassari en Italia, muestra que la comunidad científica es casi unánime sobre los beneficios que se derivan para la sociedad del uso de insectos comestibles. Dicha opinión surge de una simple lista de rasgos característicos que hacen que los insectos sean ventajosos desde varias perspectivas. Por un lado, los insectos están por todas partes. Se pueden encontrar en abundancia y se pueden criar literalmente en todo el mundo. Por otro lado, son bastante robustos y se adaptan fácilmente a diferentes condiciones ambientales.

Así mismo, los insectos tienen ciclos de reproducción cortos, lo que se traduce en una rápida acumulación de biomasa. También exhiben una tasa de crecimiento notablemente alta, lo que refleja una eficiencia muy alta en la conversión de la masa de alimento en masa corporal.

Por último y además de ser un gran negocio, las granjas para la cría de insectos comestibles tienen el potencial de proporcionar importantes fuentes de proteínas e ingresos para los hogares rurales. Se pueden establecer de forma económica, con poco espacio, y son una bendición para los pequeños agricultores que carecen de los recursos para el ganado convencional, a la vez que proporcionan alimentos y fertilizantes de manera sostenible.

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